—Lo siento por esto, Ewan. Solo pensé que…
—¿El presidente sería diferente?
Atenea se mordió el labio, recordando las palabras de Ewan que enfatizaban la falta de confianza en cualquiera en el gobierno, incluido el presidente. A pesar de sus propias experiencias con ellos de primera mano, había refutado sus puntos dos veces, solo para ser golpeada de lleno en la cara con una cruda realidad.
Atenea suspiró, mirando hacia el otro extremo de la habitación, incapaz de encontrarse con la mirada de Ewan, insegura de lo que vería allí. No estaba segura de poder soportarlo, no con el torbellino de sentimientos que giraban dentro de ella: ira, resentimiento, confusión, incredulidad, junto con un ramillete de otras emociones que no podía identificar del todo. Quizás se debía a que su modo instintivo de supervivencia se había activado…