Un malentendido

—¿Estás segura de que no quieres pasar la noche en mi casa, sumergirte en un jacuzzi y olvidar tus preocupaciones por un rato? Estoy seguro de que los niños entenderían que mamá necesita un descanso a veces… —sugirió Antonio mientras apagaba el motor de su coche justo frente a las grandes puertas de la mansión Thorne.

La oferta era tentadora, un consuelo ante el caos de su vida, pero Atenea dudó, insegura de si estaba lista para dar ese paso.

—Quizás en otra ocasión, Antonio —respondió finalmente con una cálida sonrisa, inhalando bruscamente cuando él se inclinó más cerca.

—¿Todavía estás considerando mi solicitud, o ya está en la basura desde que comenzó este fiasco con Morgan? —preguntó Antonio con una voz juguetona pero sincera, sus ojos moviéndose con agudeza entre los ojos y los labios de ella, muy expectante.

Atenea se rió nerviosa, sintiendo el peso de su mirada sobre ella.