Violeta se quedó bajo la ducha, dejando que el agua fluyera sobre su cabeza mientras repetía cuatro nombres una y otra vez, como si recitara algún oscuro mantra:
—Asher Belladona.
—Román Draven.
—Griffin Hale.
—Alaric Storm.
Había pasado más de una hora desde que entró a las duchas, y aunque el hedor a orina de lobo había desaparecido, su piel todavía sentía escalofríos con el recuerdo de ella.
Orina de lobo.
Eso fue con lo que la marcaron, Román Draven, en particular. Sin embargo, los demás, Asher, Griffin y Alaric, se habían quedado de pie al margen. Tal vez no habían estado de acuerdo expresamente, pero su aprobación silenciosa había sido suficientemente condenatoria.