Culpable Mañoso

Violeta caminaba rápidamente hacia adelante, ignorando las llamadas detrás de ella. —¡Violeta! ¡Por favor, espera! —suplicó Lila, pero Violeta, demasiado furiosa para importarle, siguió adelante.

La chica había hecho suficiente daño. Para este momento, toda la escuela debía haber escuchado sobre sus gemidos mientras dormía, y Dios sabe cómo torcerían la historia—todo gracias a la charlatana que no podía mantener la boca cerrada.

—¡Violeta, por favor! —suplicó desesperadamente Lila y esta vez Violeta no pudo ignorarlo más.

Se giró con reluctancia y espetó, —¿Qué, Lila? ¿Qué quieres esta vez? ¿No has hecho ya suficiente, o hay más de mis secretos que quieres exponer a toda la escuela?

Lila retrocedió, su expresión como la de un gato culpable atrapado en el acto. —Lo siento, Violeta.

—Bueno, 'lo siento' no cambia ni repara lo que se ha hecho, —replicó Violeta.

—Pero te haría sentir bien, ¿no? —respondió Lila, dejando a Violeta atónita.