Ahora que las cosas habían vuelto a la normalidad entre Violeta y Lila, una tensión incómoda se desató en la habitación. Un silencio que se prolongó hasta que Lila, siempre la cotorra, lo rompió.
—Deberías quedarte aquí y prepararte para clase mientras yo voy a buscar tu desayuno —dijo Lila, su voz inusualmente suave como si estuviera caminando sobre cáscaras de huevo.
—No —dijo Violeta de repente.
—¿No? —repitió Lila, frunciendo el ceño sorprendida.
Los ojos de Violeta brillaron con una determinación ardiente mientras encontraba la mirada de Lila y dijo:
— La escuela entera ya debe haber visto las noticias. Esperarán que me quede aquí, que me esconda avergonzada, pero eso no va a suceder. No puedo dejar que me afecten. Tengo que mostrarles que no me afectan sus chismes y burlas. No soy alguien a quien puedan derribar tan fácilmente.