El Paquete

—¿Cómo puedes comer en estas condiciones? —preguntó Lila, con su tenedor suspendido en el aire con incertidumbre sobre su plato.

Pasaba más tiempo mirando a los de la élite que los rodeaban. No podía evitar preguntarse qué estaba pensando Violeta cuando eligió este lugar. Eran como pececillos rodeados de tiburones y era aterrador.

—¿Quieres decir, por qué no debería comer en estas condiciones? —replicó Violeta, mientras continuaba comiendo sin preocupación alguna.

Lila le lanzó una mirada incrédula, frunciendo el ceño como si intentase descifrar a un extraterrestre. —¿Sabes que estás loca, verdad?

—Quizás —respondió Violeta con un encogimiento de hombros casual, llevándose otro bocado a la boca—. Pero al menos no soy débil. Y para tratar con gente como ellos... —Asintió sutilmente hacia la mesa donde los alfas cardenales se sentaban en toda su dominante gloria—. No puedes mostrar debilidad. En el momento en que la detectan, se lanzan sobre ti como buitres sobre un cadáver.