Su Alteza Real el Príncipe

En el instante en que Violeta entró en su dormitorio, un boom de confeti explotó sobre ella, provocando que diminutas y coloridas manchas cayeran sobre ella y Roman el Gato como una lluvia victoriosa.

—¡Felicidades, Violeta! ¡Eres una mujer rica! —gritó Lila con una alegría incontenible, ya sumergiéndose en una gran bolsa desbordante de crujientes billetes Cede. Cogió un puñado y lo lanzó al aire, dejando que el dinero revoloteara hacia abajo en remolinos lentos y tentadores.

Durante un largo segundo, Violeta simplemente se quedó allí parada, observando cómo el dinero real bailaba por el aire antes de asentarse a sus pies. Un dinero que nunca podría haber soñado ganar tan rápidamente en toda su vida.

La vista era tan impresionante que una lenta y autosuficiente sonrisa curvó sus labios. Un reino de riqueza construido en una sola tarde. Empezaba a encantarle esta escuela.