Los ojos de Violeta se abrieron de par en par. —¿E-estás seguro?
Griffin agarró su mano y presionó un cálido beso en sus nudillos, su voz cargada de diversión. —Solo admite que has estado deseando mi cabello.
Violeta no pudo evitarlo. Estalló en carcajadas. Maldita sea, tenía razón. Había estado obsesionada con su cabello. Qué rara era.
—Vamos, entonces. —Griffin ni siquiera dudó. Con una sonrisa traviesa, levantó a Violeta por la cintura y la llevó directamente hacia la ducha.
—Espera—¡Griffin! —gritó ella, riendo mientras agarraba sus hombros, pero él ya estaba deslizando la puerta con una mano y entrando con ella en sus brazos.
—Confía en mí, querrás ver esto. —murmuró con ese brillo burlón en sus ojos.
Violeta apenas pudo recuperar el aliento antes de que él la colocara y señalara hacia el estante empotrado, cubierto con una impresionante colección de champús. Ella parpadeó, genuinamente sorprendida.