Despertarse y ver esa sonrisa en el rostro de Asher tenía que ser un sueño hecho realidad. Violet juraba que su corazón estaba a punto de salir de su pecho por la pura alegría de ello.
—Buenos días, amor —Asher susurró sensualmente mientras apartaba suavemente un mechón enredado de su cabello que definitivamente parecía un nido de pájaro.
—Buenos días, mi monstruo —murmuró ella, sonriendo.
Ya no pudo contenerse. Violeta se inclinó y lo besó, suave al principio, hasta que Asher tomó el control. La giró sobre su espalda, profundizando el beso con urgencia. Su lengua se deslizó dentro de su boca y ella lo recibió con entusiasmo, succionándola, entrelazando los dedos en su cabello mientras lo atraía más cerca.
Un sonido gutural brotó de su garganta mientras el beso se volvía desenfrenado. Su mano encontró su pecho y lo apretó, firme y posesivo, mientras sus caderas se movían contra él, desesperada por la fricción que su núcleo dolorido demandaba.