La secretaria que me guiaba tenía una alta estatura y piel clara, hablaba suave y dulcemente, agradable al oído; no pude evitar echarle una o dos miradas extra.
Cuando llegué a la oficina, vi a Man Hongying mirando un documento en el interior.
—Pequeña Li, puedes ponerte ocupada —dijo.
Man Hongying hizo señas a la secretaria para que se fuera.
Hoy estaba vestida con un delicado blazer de color albaricoque, que delineaba perfectamente su sensual figura.
Junto con esa mirada dominante, en verdad parecía bastante imponente, justo como una emperatriz altiva y poderosa.
—Pequeño Tian, toma asiento, el sofá está justo debajo de tu trasero —dijo.
Man Hongying me regaló una sonrisa, sus ojos llenos de una profundidad de significado indescriptible.
Aunque habíamos sido muy íntimos en su casa la última vez, sabía que en sus ojos, todavía era un niño; frente a mí, siempre parecía un poco incómoda.