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Finalmente, entre los gruñidos de Liu Chao, estallé en la boca de Wang Xiru.

—Pequeño Tian, no soporto verte ir...

En ese oscuro rincón de la escalera, nos abrazamos durante mucho tiempo...

No fue hasta que la llamada de Tía Wu llegó que nos separamos a regañadientes.

Cuando salí, noté que había comenzado a llover en algún momento, lanzando una llovizna escasa y solitaria.

Tras caminar un trecho, miré hacia atrás instintivamente, solo para ver una silueta familiar aún de pie junto a la ventana.

Cuando llegué a casa, vi una figura en el sofá.

Sin embargo, como las luces estaban apagadas, no pude distinguir si se trataba de Liu Qingxue o de su sobrina Wang Nianqiu.

En la mesa, un teléfono continuaba reproduciendo un video para una persona ya dormida.

Debajo del camisón negro, un cuerpo justo era apenas visible, irradiando un encanto seductor.