Pero esta culpa no apagó mi deseo de poseer a Tía Liu; al contrario, aumentó mi excitación.
Sí, soy realmente codicioso, tener a Yang Yaxue no es suficiente, quiero aún más.
Después de que Tía Liu estuvo lista, finalmente lancé un ataque sobre esa misteriosa Tierra Santa que había estado anhelando.
—Ah... —al instante, Tía Liu se apartó de mis labios, y un gemido agudo escapó de su sexy boca.
—Hiss... —la extrema estrechez y calidez hicieron que mi cuerpo temblara como si estuviera electrificado, enviando escalofríos a lo largo de mi espalda baja.
Todos esos pensamientos escondidos en lo profundo de mi corazón durante tantos días de repente se hicieron realidad, y la emoción secreta hizo temblar incluso mis dedos.
La regadera estaba fluyendo, y los atractivos gemidos de comodidad de Tía Liu resonaban a través del vapor.