—Xu Tian, ven aquí, por aquí...
Cuando salí de la oficina de Hao Meiyun, ya era casi hora de comer.
Originalmente había planeado agarrar algo de comer, pero terminé siendo llamado por Han Feifei.
Estos últimos días, ella me ha estado trayendo comida, toda casera, y sabe absolutamente increíble.
—Xu Tian, mira, ¿te gustan los platos de hoy?
Cuando me acerqué, ella abrió la fiambrera, me la entregó con una sonrisa alegre. Sus ojos en forma de luna creciente acompañados de una sonrisa con hoyuelos eran demasiado lindos, demasiado puros.
—Hmm, hmm, me gusta.
Lo miré; era un plato muy ligero, perfectamente acorde a mi gusto.
—Acabo de verte entrar a la oficina de esa diablesa. ¿Te ha vuelto a intimidar?
—Es tan molesta, siempre intimidándote.
Los dos nos sentamos en el pasillo, y Han Feifei frunció los labios, comenzando a expresar su indignación por mí.
Mientras comía, no dejaba de mirar su rostro sonrosado y regordete. Cuanto más la miraba, más me gustaba.