—¡Cómetelo! ¿Por qué no quieres comer? —exclamó Feng Yucheng mientras pisoteaba el bollo al vapor dos veces más antes de patearlo frente a Wang Qiang.
Wang Qiang apretó los labios fuertemente, con los ojos fijos en el bollo al vapor a sus pies. Su tez estaba ceniza y, combinada con las manchas de sangre en su rostro, parecía bastante feroz.
—Voy a contar hasta tres. Si no lo comes para entonces —continuó Feng Yucheng—, no tendrás que comer nada y podrás irte.
Las palabras parecían calmadas, pero estaban cargadas de una fuerte amenaza.
La expresión de Wang Qiang se volvió aún más desagradable. Comer ese bollo al vapor significaba no solo humillación, sino la pérdida de su respeto propio. Sin embargo, no comerlo implicaría a todos sus hermanos, algo que Wang Qiang estaba completamente decidido a evitar.
—¡Uno!
—¡Dos!
Antes de que Feng Jiacheng pudiera decir "tres", Wang Qiang de repente se agachó y recogió el bollo al vapor.