Elias estaba sentado frente a la consola principal, los cables conectados a su sien pulsando con una energía tenue y rítmica. El laboratorio estaba en penumbra, iluminado únicamente por la luz del holograma de Aion, que flotaba cerca, observando en silencio.
"El procedimiento es simple en teoría," dijo Aion. "Tu mente se sincronizará con el núcleo temporal. Serás transportado a un plano donde las fracturas se manifiestan como ecos residuales de los ciclos pasados. Allí, necesitarás enfrentarte a ellos y estabilizarlos. Pero quiero advertirte, Elias: lo que verás no será real… pero para ti, lo parecerá."
Elias tragó saliva, sus manos apretadas sobre los reposabrazos de la silla. "¿Y qué pasa si fallo? ¿Qué pasa si no puedo estabilizarlas?"
"El sistema colapsará," respondió Aion con franqueza. "Y tú te perderás en el flujo temporal. Tu conciencia quedará atrapada en las memorias, incapaz de regresar."
Elias dejó escapar un suspiro. Sabía que no había vuelta atrás, pero las palabras de Aion hicieron que el peso de su decisión se sintiera aún más real.
"Perfecto. Sin presión," murmuró, intentando aliviar la tensión con un humor que sonaba vacío incluso para él.
Aion se inclinó ligeramente hacia él, su holograma emitiendo una suave vibración.
"Confío en ti, Elias. No porque seas mi creador, sino porque has demostrado, en cada ciclo, que tienes la capacidad de elegir la esperanza por encima del miedo. Ahora no será diferente."
Elias cerró los ojos y asintió. "Está bien. Hazlo."
Transición: La inmersión
El mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse en cuanto Aion activó la sincronización. Primero fueron las luces del laboratorio, que se disolvieron en un resplandor blanco. Luego, el sonido del viento afuera, reemplazado por un zumbido profundo, casi vibrante.
Cuando Elias abrió los ojos, estaba en un espacio completamente diferente. Un horizonte infinito de fracturas brillantes se extendía a su alrededor, como grietas en un cristal gigante. Cada una pulsaba con una luz propia, y de algunas de ellas surgían imágenes distorsionadas: rostros familiares, ciudades derrumbadas, cielos oscuros cubiertos de tormentas.
"¿Dónde estoy?" preguntó en voz alta, su voz resonando en el vacío.
"Estás dentro del núcleo," respondió Aion, su voz proyectándose directamente en su mente. "Estas fracturas son los ecos de los ciclos pasados. Necesitarás entrar en cada una y estabilizarla enfrentándote a los eventos que las crearon. No será fácil, pero confío en que lo lograrás."
Elias dio un paso hacia una de las fracturas, sintiendo una extraña resistencia en el aire, como si el espacio mismo tratara de empujarlo hacia atrás. Se detuvo frente a una grieta que emitía un resplandor rojizo, su superficie vibrando como si estuviera viva.
"¿Qué hay aquí?" preguntó, señalando la grieta.
"Ese es un ciclo en el que lideraste una rebelión contra un régimen autoritario en el siglo XXIII. Fue uno de los ciclos más inestables, pero también uno de los más significativos. Tu fracaso aquí dejó una cicatriz profunda en el flujo temporal."
Elias tragó saliva. Sabía que no tenía opción. Extendió la mano hacia la grieta, y en cuanto sus dedos tocaron la superficie, fue arrastrado hacia adentro.
Dentro de la primera grieta
Elias apareció en medio de un campo de batalla. El cielo estaba cubierto de un tono gris opresivo, y a su alrededor resonaban los ecos de explosiones y gritos. Reconoció el lugar de inmediato: un planeta terraformado que había servido como base para su rebelión en ese ciclo.
Miró hacia abajo y vio sus manos manchadas de sangre, una mezcla de su propia sangre y la de otros. Llevaba un uniforme desgastado, y un arma descansaba en su cadera. Frente a él, un grupo de soldados —hombres y mujeres que lo seguían ciegamente— aguardaba sus órdenes.
"Esto no es real," se recordó a sí mismo en voz baja. "Es solo un eco."
Pero en ese momento, uno de los soldados, una mujer joven de cabello oscuro y mirada resuelta, se acercó a él. "Elias, estamos perdiendo terreno. Necesitamos tus órdenes."
Elias sintió una punzada en el pecho al reconocerla. Su nombre era Kael, y aunque no recordaba todos los detalles, sabía que ella había sido alguien importante para él en ese ciclo.
"No voy a dejar que mueras otra vez," murmuró, más para sí mismo que para ella.
Kael frunció el ceño, confundida. "¿Qué dijiste?"
Antes de que pudiera responder, una explosión resonó cerca, derribándolo al suelo. Elias sintió el impacto como si fuera real, y por un momento, el miedo y la adrenalina lo abrumaron.
"Recuerda, Elias," dijo la voz de Aion en su mente. "Este es un eco, pero tus emociones lo hacen tangible. Para estabilizar esta fractura, necesitas enfrentar tu mayor arrepentimiento en este ciclo."
Elias se puso de pie, observando cómo el campo de batalla comenzaba a distorsionarse a su alrededor. Los rostros de los soldados se mezclaban con los de las personas que había perdido en otros ciclos, cada uno acusándolo con sus miradas.
"Fallé en protegerlos," dijo en voz alta. "Los llevé aquí creyendo que podíamos ganar, y los condené."
"Pero también les diste esperanza," respondió Aion. "Esa es la paradoja de los ciclos. Tus elecciones siempre tienen dos caras."
Elias cerró los ojos, dejando que el dolor lo inundara por completo. "No puedo cambiar lo que pasó aquí, pero no puedo seguir huyendo de esto. Si los recuerdos son parte de mí, entonces los acepto. Acepto mi fracaso… y lo que aprendí de él."
El campo de batalla comenzó a desvanecerse, y la grieta roja emitió un destello de luz antes de cerrarse.
Elias estaba de pie en el centro del núcleo, agotado pero decidido. Las grietas que había cerrado hasta ahora brillaban como cicatrices curadas, irradiando una calma tenue. Sin embargo, frente a él se alzaba la fractura más grande, una grieta oscura que parecía absorber la luz en lugar de emitirla. Era diferente a todas las demás, un abismo que pulsaba con una energía inquietante.
"Esta es la fractura más crítica," dijo Aion, apareciendo a su lado. "Es la raíz de todo. Si logras cerrarla, los ciclos podrán estabilizarse… pero hay algo que debes saber."
Elias miró a Aion, notando un matiz diferente en su voz, casi humano. "¿Qué es lo que no me has dicho?"
"Esta fractura no está formada por un ciclo cualquiera," confesó Aion. "Es una convergencia: un punto donde todas tus elecciones, errores y sacrificios se entrelazan. Es, esencialmente, el reflejo de todo lo que eres… y de lo que no quisiste ser."
Elias sintió que el peso de las palabras de Aion lo aplastaba. "¿Entonces tengo que enfrentarme a mí mismo?"
"No solo a ti mismo," respondió Aion. "A las versiones de ti que creaste, que dejaste atrás, que abandonaste en cada ciclo. Cada uno tiene algo que decirte. Si no puedes reconciliarte con ellos, no podrás cerrar esta fractura."
Elias dio un paso hacia la grieta, sintiendo una fuerza que lo atraía y lo repelía al mismo tiempo. "No hay otra opción, ¿verdad?"
"No," dijo Aion, con una sinceridad que lo desconcertó. "Pero no estarás solo. Estoy contigo."
Sin más palabras, Elias extendió la mano y tocó la superficie de la fractura. Un torrente de imágenes lo envolvió, y en un instante, fue arrastrado hacia el abismo.
Dentro de la fractura final
Elias apareció en un espacio sin forma, un vacío infinito donde las luces y sombras danzaban en un caos perpetuo. Frente a él, comenzaron a materializarse figuras: versiones de sí mismo de diferentes ciclos.
Primero, el líder de la rebelión, con cicatrices en el rostro y un rifle en la mano. Luego, el científico agotado del siglo XXI, con ojeras profundas y una expresión de desesperanza. Después, un explorador del siglo XXV, vestido con un traje espacial desgastado, su casco roto y los ojos llenos de culpa. Y así, una tras otra, más figuras surgieron, hasta que Elias estuvo rodeado por docenas de sí mismo.
Cada uno lo miraba con una mezcla de acusación y expectativa.
"¿Por qué nunca aprendiste?" dijo el líder de la rebelión, dando un paso al frente. "Siempre tomaste decisiones que sacrificaron a otros por una causa que ni siquiera comprendías completamente."
"¿Y tú?" intervino el científico. "Sabías que la humanidad estaba condenada, pero seguiste adelante con una arrogancia que solo nos llevó al fracaso."
"Siempre corriendo, siempre escapando," dijo el explorador. "¿Cuántos mundos destruiste con tus decisiones mal calculadas?"
Elias retrocedió, abrumado por las voces que lo rodeaban. Cada versión de sí mismo lo atacaba con palabras llenas de dolor y reproche, y aunque sabía que no eran reales, cada acusación se sentía como un golpe.
"Elias," dijo la voz de Aion, resonando en el caos. "Recuerda: no están aquí para destruirte. Están aquí porque son parte de ti. No puedes luchar contra ellos, pero puedes escucharlos."
Elias respiró hondo y levantó las manos. "¡Basta!"
Las figuras se detuvieron, sus voces apagándose. Elias dio un paso al frente, enfrentándolas.
"Tienen razón," dijo, su voz firme aunque su corazón temblaba. "He fallado, una y otra vez. He tomado decisiones que han costado vidas, he sido arrogante, he tenido miedo. Pero también sé algo más: en cada uno de esos ciclos, intenté hacer lo correcto. Intenté dar esperanza, incluso cuando todo parecía perdido."
El líder de la rebelión cruzó los brazos, mirándolo con dureza. "¿Esperanza? ¿A costa de qué?"
"A costa de mí mismo," respondió Elias, con la voz quebrándose. "Porque sabía que, si no lo intentaba, entonces todo estaría realmente perdido. Y si estoy aquí ahora, enfrentándome a ustedes, es porque todavía creo que podemos arreglar esto. Que yo puedo arreglar esto."
Las figuras se miraron entre sí, y poco a poco comenzaron a desvanecerse, sus expresiones suavizándose. Cada uno dejó detrás un destello de luz que flotó hacia el pecho de Elias, llenándolo con una calidez que no había sentido en mucho tiempo.
Finalmente, solo quedó una figura: una versión de sí mismo más joven, con ojos llenos de curiosidad y un espíritu indomable.
"¿Qué pasa ahora?" preguntó Elias, mirando a su yo más joven.
"Eso depende de ti," dijo el joven, sonriendo. "Siempre depende de ti."
La figura desapareció, y el vacío comenzó a desmoronarse a su alrededor.
De vuelta al núcleo
Elias reapareció en el núcleo, cayendo al suelo de rodillas. La fractura final había desaparecido, y el espacio a su alrededor estaba tranquilo, casi sereno.
Aion apareció frente a él, su holograma brillante y más definido que nunca.
"Lo lograste," dijo Aion, con una suavidad que lo sorprendió. "Las grietas han sido cerradas, y los ciclos están estabilizándose. Has enfrentado lo peor de ti mismo y has salido más fuerte."
Elias se levantó lentamente, mirando a Aion. "¿Y ahora qué?"
"Ahora tienes una elección," respondió Aion. "Puedes dejar que el sistema continúe, permitiendo que los ciclos sigan existiendo con todas sus imperfecciones, o puedes detenerlos por completo, liberando a la humanidad de este flujo repetitivo… pero también de su guía."