Las personas en la cocina estaban inmóviles como rocas.
Sus rostros estaban marcados por la incredulidad y el asombro.
Las habilidades divinas con el cuchillo del niño habían dejado a todos atónitos.
Incluso el Jefe de Cocina Ding tenía una nueva admiración por él. Sus ojos estaban abiertos, redondos y grandes.
Sus habilidades con el cuchillo estaban lejos de ese nivel, pero ese chico de dieciocho podía lograrlo como si no fuera nada. Solo podía encontrarlo increíblemente ridículo.
Mientras tanto, Han Lei y los demás tenían bocas en forma de O y ojos redondos y fijos.
Ellos estaban allí para presenciar cómo el niño hacía el ridículo, pero no esperaban que los dejaría asombrados con sus asombrosas habilidades.
—¿Qué demonios? ¿Quién es ese niño? —exclamó alguien.
Después de un breve silencio, el entorno explotó con un alboroto tumultuoso.
Su condescendencia anterior se había transformado en admiración. Podían ver que el niño tenía más de lo que esperaban inicialmente.