Zhao Qingxue era muy hermosa. Tenía un cuerpo alto y delgado, un rostro perfecto en forma de almendra, una piel clara y delicada, y sus cejas parecían trazos de pincel.
Su cabello estaba ligeramente desordenado, pero eso no disminuía su belleza.
Ella estaba allí, de pie, mirando a Tang Hao sin parpadear.
El corazón de Tang Hao dio un vuelco cuando sus ojos se encontraron con los de ella.
Zhao Qingxue se mordió el labio y su mirada se volvió resentida.
—¡Feliz Año Nuevo Lunar! —Tang Hao pensó arduamente en algo que decir. Finalmente, exprimió esas palabras de su boca.
—¿Llamas a esto feliz? —Zhao Qingxue maldijo suavemente, aunque se veía visiblemente aliviada—. ¡Esta no es la ocasión correcta para desearle a alguien un feliz Año Nuevo Lunar!
Tang Hao se rió incómodamente.
Se miraron en silencio durante un rato.
Zhao Qingxue se mordió el labio, caminó decidida y cayó en el abrazo de Tang Hao.
—¡No te muevas! —El oficial de policía le ordenó.