La expresión de Ling Rui se oscureció al oír el ruido más allá de la muralla humana. Se giró y empezó a gritar a la gente de fuera.
—¿Qué mafiosos? ¿Están ciegos? ¿No ven que es Tai An haciendo negocios? ¡Ocúpense de lo suyo y lárguense de aquí!
La persona fuera de la muralla humana guardó silencio por un momento.
Se rió con sorna. —¿Tai An? Eso debería ser el Grupo Tai An, ¿verdad? Sonaba enfadado.
—¡Así es! —Habló otra voz.
—Esto es ridículo. ¿Cómo se atreven a perturbar el orden público y causar problemas a tanta gente? ¿No tienen ningún respeto por la ley? —La voz se volvía más airada que nunca.
Ling Rui estaba desesperado.
—¿Pero qué diablos? ¿Quiénes demonios son ustedes para preocuparse por lo que hace mi Tai An? —Gritó.
Ling Mingshan frunció el ceño. También estaba descontento.
—¡Qué descaro! Me gustaría ver de dónde sacaron tanto valor. ¡A un lado! —Esa voz rugió.