Una Decisión Resuelta

Los guardaespaldas volvieron en sí. Rodearon a Tang Hao, con expresiones hostiles en sus rostros.

—¡Hazte a un lado! —rugió furiosamente Ling Mingshan—. Todavía estaba luchando. Maldito bastardo, no te perdonaré por coquetear con mi hija.

La expresión de Tang Hao era fría como el hielo. Su mano derecha se apretaba cada vez más fuerte. Eventualmente, no pudo contenerse más y lanzó un puñetazo.

Ese viejo bastardo era tan detestable como ese Ling Rui. Tang Hao aún no se había cobrado la cuenta del incidente anterior, así que iba a resolver dos cosas de una vez.

El puñetazo aterrizó de lleno en la cara del hombre.

—Ling Mingshan gruñó mientras su mente se quedaba en blanco. Su cabeza se echó hacia atrás. Se cubría la cara.

—Alguien le había golpeado. ¡Y además, era un niño! —Ling Mingshan jamás había sido humillado así en toda su vida.

Los ojos de Ling Wei se abrieron de par en par. Incluso Ling Rui y los otros guardaespaldas no podían creer lo que acababan de presenciar.