Eran las cuatro de la mañana cuando regresó a la mansión.
Tang Hao empujó la puerta de su habitación, entró y encendió las luces. Se llevó una sorpresa al ver lo que había allí.
Alguien estaba durmiendo plácidamente bajo una manta en su cama. Esa persona no era otra que la Maestra Jiang.
Tang Hao se rió sin poder evitarlo.
Dudó un rato, luego apagó las luces y se acostó al otro extremo de la cama.
Jiang Wanying murmuró y se giró en su sueño. Se dio la vuelta y miró a Tang Hao con ojos soñolientos.
—¿Has vuelto? —murmuró.
—¡Mm! —respondió Tang Hao.
Inmediatamente se despertó del todo, frunciendo ligeramente el ceño y mirando a Tang Hao sin parpadear.
—¿Sabes que he estado preocupada por ti? —gruñó.
Extendió sus delicadas manos y agarró las de Tang Hao con fuerza.
—No hay nada de qué preocuparse —dijo Tang Hao con una sonrisa.
—¡Por supuesto que me preocupo! ¿Y si te hubieras herido o algo? —habló con coquetería.