Tarde en la noche.
Las luces de las calles y los letreros de neón estaban brillantemente iluminados.
Dos figuras caminaban por la calle desierta.
El cabello de la joven era negro como la tinta, lo que contrastaba con el vestido blanco que le daba una apariencia etérea.
A su lado estaba un joven vestido sencillamente.
Caminaban casualmente por la calle.
Eran principios de septiembre, y la noche era cálida.
—Tang Hao… —ella llamó de repente su nombre.
—¿Sí? —Tang Hao se giró para mirarla.
—¡Nada! Solo quería llamar tu nombre. —Ella sonrió como una flor en plena floración.
Tang Hao se sorprendió.
—¡Solo bromeaba! ¡Muchas gracias por pasar tu tiempo conmigo hoy! También me has enseñado mucho. Creo que puedo cantar mucho mejor ahora —dijo ella con una sonrisa.
—¡Ya eres una cantante muy buena! —Tang Hao sonrió.
—¡No me halagues así! —ella dijo tímidamente.
—¿Seguimos caminando?