Ataque a la Montaña Mao

Después del funeral, pasaron otros dos días.

En esos dos días, Tang Hao encontró un trabajo bien remunerado para la madre de Ma Fangfang que no era demasiado difícil.

El espíritu del Abuelo Shunde en el cielo debería estar en paz.

Esa mañana, Tang Hao estaba sentado en la oficina leyendo algunos documentos.

De repente, su teléfono sonó.

La llamada era del Maestro Taoísta Desaliñado.

—¿Ocurre algo, maestro taoísta? —Tang Hao contestó la llamada.

—¡Ven rápido, compañero cultivador Tang! —el maestro taoísta desaliñado sonaba preocupado.

La expresión de Tang Hao cambió al escuchar eso.

—¿Qué sucede? —preguntó Tang Hao con seriedad.

—¡Ay! ¡Algo terrible ha ocurrido! —el maestro taoísta rió de manera seca—. ¿Conoces a ese grupo de malditos mocosos?

—¿Malditos mocosos? —Tang Hao estaba desconcertado.