—¿Buena suerte? —Cai Shunde frunció las cejas. Sus ojos estaban a punto de escupir fuego.
—¿Qué buena suerte? ¡Más bien mala suerte! Todos esos funcionarios del gobierno son unos bastardos. Todo esto debe ser idea tuya, ¿verdad, mujer intrigante? Me arrepiento del día en que te convertiste en mi nuera.
—Parece que no te golpeé lo suficiente la última vez. No importa, ¡hoy lo compensaré! —Abuelo Shunde levantó su bastón y corrió hacia Huang Lili, golpeándola sin piedad.
—¿Cómo te atreves a pegarme, viejo loco? —chilló Huang Lili. Estaba tirada en el suelo y luchando.
—¡No solo quiero golpearte, sino que también quiero hacerlo hasta matarte! —rugió el Abuelo Shunde con furia.
—¡Deja de golpearla, papá! —Cai Youliang y los demás entraron en pánico al presenciar la escena, pero no se atrevían a acercarse.