Una música suave sonaba en el salón del lugar, creando una atmósfera armoniosa.
Numerosas figuras se movían por el lugar sosteniendo copas de vino. Las risas y las charlas se escuchaban por todas partes.
El alboroto anterior era un asunto trivial que no valía la pena prestar atención.
Tang Hao se apoyó contra la puerta y miró hacia adentro. Su mirada nunca dejó esa hermosa figura.
Ella era, sin duda, la existencia más deslumbrante de todo el salón. Cada ceño fruncido, cada sonrisa, y cada gesto que hacía exudaban un encanto impresionante.
La mayoría de los hombres en el lugar la miraban discretamente de vez en cuando.
Sus miradas eran ansiosas, y algunos parecían estar enamorados.
Tang Hao rió secamente. Esa situación no le era desconocida. Sucedía cada vez que salía con Qin Xiangyi.
Un rato después, ella dijo a las personas a su alrededor —¡Voy al baño!
Dejó su copa de vino y se dirigió hacia la salida.