—¡Ay! ¡Me duele el estómago! ¡Debo haber comido algo malo! ¡Necesito ir al baño!
—¡Qué coincidencia! ¡A mí también, casi me hago en los pantalones!
Los ancianos hechiceros se agarraron el estómago y estaban a punto de correr hacia la casa.
—¡Alto! —Tang Hao gritó fríamente.
En un instante, los hechiceros se congelaron en su lugar. Sus músculos faciales se contrajeron. Querían llorar pero no tenían lágrimas. Habían venido a Huaxia para divertirse. Sin embargo, no se divertirían cuando se encontraran con ese demonio. ¡Simplemente tenían mala suerte! Ese bastardo los había golpeado a todos y hasta había saqueado su tesoro. Sin embargo, no podían hacer nada al respecto.
—¿No debería ser lo suficientemente poderoso, verdad? —dijo Tang Hao fríamente.
—¡Suficiente! ¡Suficiente! —dijeron apresuradamente.
«No solo eres lo suficientemente poderoso, ¡sino que también nos estás asustando a muerte!», maldijeron en sus corazones. Luego, sacaron sonrisas de sus caras.