¡Peor que un perro!

Un extraño estaba golpeando una parte tan privada de su cuerpo.

Además de su enojo, el corazón de Cecilia también estaba teñido de emoción y vergüenza.

—¡No te muevas! El gas tóxico se ha acumulado en tus intestinos. Debe ser eliminado antes de que pueda desintoxicarte —dijo Clarence.

—Piénsalo. Cuando estás estreñida, ¿solo te tiras pedos y no haces caca, y los pedos huelen mal?

—Eh...

Cecilia hizo una pausa y asintió avergonzada.

Era vergonzoso para una mujer hermosa como ella admitir tal cosa.

—Entonces no te muevas. Solo cuando el gas tóxico esté agotado podremos comenzar a curarte.

¡Plas!

¡Plas!

Clarence le dio dos bofetadas a Cecilia en sus nalgas de nuevo.

Poot poot...

Cecilia estaba tan avergonzada que agarró la almohada en el sofá y enterró su cabeza en ella. Sus orejas se volvieron rojas mientras dejaba que Clarence la golpeara como él quisiera.

Clarence golpeó a Cecilia una docena de veces y se detuvo cuando ella dejó de tirarse pedos.

—Bien.