¡Realmente eres un Doctor Milagro!

Después de que Peonía y los demás se fueron, la expresión de Clarence se calmó.

No tenía mucha ira, solo una decepción interminable.

Clarence estaba acostumbrado a su comportamiento, pero no esperaba que empeoraran. Cada vez eran más crueles.

Él había fingido estar enojado solo para deshacerse de Peonía y los otros.

Diez minutos más tarde, Miranda lo llamó y preguntó:

—Clarence, ¿quién eres tú para regañar a mi mamá?

Clarence explicó fríamente:

—Mamá vino con un montón de gente y ofreció alquilar el Salón Trece por cinco mil dólares.

—William reportó maliciosamente el Salón Trece, pero Mamá lo apoyó, diciendo que él lo hizo con buena intención. ¿Crees que puedo tolerar eso?

Miranda acababa de firmar un trato de quinientos millones, así que se sentía confiada. —¿Por qué no puedes tolerar eso?

—Lo has soportado durante años.

—No me importa cuál sea tu razón. Has regañado a mi mamá, así que tienes que disculparte con ella.