—¡Mierda, mierda, maldita sea! —maldijo la Reina Sibila, arrastrando a Ember por el cabello, subiendo a toda prisa una escalera de caracol.
Gracias a su conexión con el árbol sagrado, supo de inmediato el momento en que la Reina Henrietta se liberó de su cautiverio. Podía sentir todos los movimientos en las cercanías del árbol sagrado; también fue así como detectó al Marqués Ember.
No obstante, mientras la Reina Sibila subía precipitadamente las escaleras de caracol, dejando un rastro de sangre perteneciente a Ember, la pared a su derecha se abrió de repente. La onda expansiva la golpeó inmediatamente contra el pilar central a su izquierda.
—¿Adónde crees que vas, Sibila? ¡Dije que te mataría, y no soy de las que se retractan! —rugió Henrietta con su fría mirada fija en la figura de Sibila.