Luciérnagas.

La bala voló por el aire; sin obstrucciones, alcanzó la enorme cabeza del Ciempiés. El Ciempiés aún no parecía reaccionar; era como si la bala fuera invisible a sus ojos. Isaac abrió los ojos y notó que el Ciempiés no tenía ninguna reacción. La bala finalmente alcanzó el enorme ojo, y como no había nada en el camino para detenerla, el disparo fue exitoso.

*¡Bam!*

La bala chocó contra el ojo, y la escena que Isaac esperaba no ocurrió.

—¿Qué... diablos...? —Isaac retrocedió tambaleándose después de ver que el ojo del Ciempiés estaba bien.

La bala destrozada aterrizó en el suelo, mostró que golpeó su objetivo, ¡pero el daño era inexistente! El Ciempiés no mostró ninguna reacción; en cambio, seguía mirando directo a Isaac, pero pronto eso cambió. El suelo comenzó a temblar y sacudirse; el culpable de tal evento era el Ciempiés, cuyo enorme cuerpo se movió de repente, pero sólo un poco.

*¡Bam!*