A la mañana siguiente.
El día del Torneo.
En la habitación de Isaac.
Un destello de luz atravesó las estrechas rendijas de las cortinas y iluminó la habitación con la brillante luz del sol. La luz alcanzó la gran y suave cama, pero estaba vacía, completamente desprovista de vida. La manta cubría toda la cama; no tenía ninguna arruga ni señales de que alguien hubiera dormido en ella.
*Creak*
De repente, un sonido vino de la dirección del escritorio. Delante de un escritorio, un joven de cabello blanco estaba sentado mientras un cuaderno estaba frente a él. Tenía un lápiz entre el pulgar y el dedo índice, que se movía como un rayo mientras más palabras aparecían en el papel del cuaderno.
—Y... ¡hecho! —Hizo la última línea recta en el cuaderno, separando las partes superior e inferior.