Malcolm, Isaac, y el resto de los caballeros ancianos acamparon detrás de un arbusto cubierto de nieve. A diez metros de ellos, un ciervo de color marrón daba vueltas en un pequeño espacio abierto. Malcolm agarró su rifle de caza con más fuerza y se puso en posición de disparo. Se levantó lentamente, puso su pierna izquierda hacia adelante y apuntó. Su dedo se acercó lentamente al gatillo, y una vez que la yema de su dedo hizo contacto, su postura ya era perfecta.
¡BANG!
Sin más preámbulos, apretó el gatillo y vio la bala volar como un cañón. El ciervo levantó la cabeza y sintió que los instintos se activaban. Cuando el ciervo sintió ganas de escapar, la bala ya había hecho un agujero considerable en medio del torso. El ciervo se tambaleó hacia un lado antes de caer sin ningún signo de vida.
Malcolm bajó su arma y asintió.
—Ese fue el último.
—Buen trabajo. —Leonardo le dio una palmada en el hombro y caminó con él hacia el cadáver del ciervo.