El Consejo de Dios.

¡Clank!

Isaac abrió la puerta de su habitación de hotel. Él y Luna entraron. Lo primero que notaron fue la espaciosa cama que podía acomodar a los dos fácilmente.

Luego, vieron un televisor clavado en la pared, un pequeño escritorio, una ventana que mostraba la enorme ciudad y la magnitud de la tormenta de lluvia.

La nieve empezaba a derretirse, volviendo todo pegajoso y suave. Las calles eran un desastre y se vaciaron rápidamente.

Todos los coches desaparecieron, y la ciudad previamente llena se volvió desierta.

Todos los edificios tenían luces encendidas, e Isaac pudo ver a los ciudadanos mirando la lluvia con sus familias.

Luna abrió otra puerta y vio un baño. Había una ducha, bañera, lavabo, inodoro y un estante con toallas apiladas encima.

—Llamaré a Sebastián. —Isaac sacó su teléfono—. Quizás pueda venir a recogernos.

Luna asintió y se quitó la chaqueta antes de sentarse en la cama.

Ring…

Pronto, la llamada se conectó.