El Rey Jonathan se agachó y recogió una pequeña roca. La lanzó al centro de la sala e instantáneamente adoptó una posición defensiva. Cruzó los brazos, listo para usar el Muro Dorado. Isaac se escondió detrás del Rey Jonathan. Observaron cómo la piedrecita aterrizaba en el suelo y rodaba por la sala. Pronto, notaron que no estaba pasando nada.
—¿Tal vez el peso no era suficiente? —el Rey Jonathan llegó a su propia conclusión.
No se apresuraron y examinaron cuidadosamente cada rincón y recoveco de la sala. Pronto, aparecieron más Jugadores. Todos los que llegaban del camino tenuemente iluminado parecían desaliñados y harapientos. El Rey Jonathan giró la cabeza y vio a varios de sus subordinados aparecer con miradas exhaustas. Se dirigió hacia ellos y comenzó a susurrarles sobre lo que habían aprendido acerca de la sala hasta ahora.