—Uf. —Isaac salió de su escondite y estiró las piernas mientras enderezaba la espalda. La oscuridad de la habitación lo envolvía, haciéndolo casi invisible.
La luz debajo de la puerta iluminaba sólo el frente de la puerta con un color cálido como la miel. Sin embargo, el resto de la oficina estaba oscuro y fantasmal.
Isaac vio su sombra danzando alrededor del parpadeo de la luz.
Se acercó de puntillas hacia el cuadro, lo quitó de la pared, introdujo su fecha de nacimiento en el teclado numérico y abrió la caja fuerte.
Luego abrió la caja de madera y agarró el sobre antes de sacarlo. Regresó al escritorio, encendió la luz del escritorio y abrió el sobre.
—¿Hmm, billetes? —Tras abrirlo, Isaac frunció el ceño al ver pilas de billetes. La habitación estaba oscura, lo que hacía la visibilidad deficiente, pero recordaba la textura y el tamaño de los billetes.