—¡Sire, tenemos un informe! En el castillo oscuro, los sirvientes entraron en la oficina mientras sostenían lámparas de gas, iluminando su camino con luz brillante. La oficina parecía más espeluznante que antes, con estanterías polvorientas y un espejo de bronce de marco oscuro.
Los sirvientes tragaron silenciosamente, mirando al anciano con túnica oscura que se paraba junto a las ventanas cubiertas. Tenía los hombros caídos y la espalda encorvada. Sus ojos, antes envejecidos, parecían pantanosos como si estuviera muriendo.
—¿Qué es…? —preguntó el Señor Muerteamas con su tono agonizante. Entre las palabras, una tos húmeda escapó de su boca. En su estado actual, parecía que estaba solo a momentos de morir.
—¡Arthur Welhenheim entró en la tierra de una isla tropical llamada Picu!