El aire alrededor de la habitación era tenso. Se sentía sofocante. Casi como si estuviera atrapado dentro de una sala estrecha sin espacio para respirar. ¿La razón de tal atmósfera? Sentada silenciosamente en mi silla, una joven deslumbrantemente hermosa con cabello negro brillante y piel blanca como porcelana sin imperfecciones, miraba curiosamente alrededor de mi habitación. Amanda Stern. Alguien con quien nunca había pensado en interactuar de manera privada. Viéndola sentarse en mi asiento como si fuera lo más natural, mis cejas se crisparon. ¿Qué hice para merecer esto? ...no, sabía por qué, solo quería negar la realidad.
Suspirando, hablé para intentar romper el ambiente incómodo.
—¿Te gustaría té verde o agua?
Al escuchar mi voz, los ojos de Amanda se detuvieron en mi rostro por un par de segundos y, después de una breve pausa, dijo:
—...té verde.
—Está bien.