Cuando nubes oscuras envolvieron el cielo y bloquearon la luz del sol para que no brillara sobre la tierra, en una cordillera, los sonidos retumbantes resonaron en los alrededores.
—Rumble! —Rumble!
Marchando por el gran terreno rocoso había más de mil orcos vistiendo gruesas armaduras metálicas que pesaban más de un par de toneladas. Con cada paso que daban, el suelo bajo ellos temblaba.
«Randim gal»
Caminando al frente del ejército de orcos había dos orcos que se destacaban del resto.
Un orco blanco y un orco rojo.
En ese momento, ambos tenían rostros incomparablemente oscuros mientras sus pechos subían y bajaban de manera irregular.
El comandante de la legión, Silug, tenía una expresión especialmente terrorífica, ya que la gran cicatriz en su rostro se volvía aún más evidente.
Mientras caminábamos, una sed de sangre infinita emanaba de su cuerpo.
La sed de sangre era tan poderosa que los orcos a su lado temblaban incontrolablemente.