Setin [2]

—¡Rugido! ¡Rugido!

El suelo tembló mientras un océano de figuras corpulentas vestidas con grandes armaduras metálicas atravesaba las vastas llanuras de Immorra.

A medida que las tropas avanzaban, no dejaban nada más que devastación a su paso, aplastando todo lo que obstruía su camino.

Con cada paso que daban, el suelo bajo ellos temblaba.

Ya fueran demonios o bestias, atacarían sin mostrar piedad.

La sangre se derramaba por todas partes mientras las verdes llanuras de Immorra se teñían con un mar de sangre.

¡Karum! ¡Karum! ¡Karum!

Entonando su grito de guerra, los orcos saqueaban emocionados las ciudades por las que pasaban y tomaban todo lo que podían encontrar.

Comida, ropa, gemas, monedas, cualquier cosa que pudiera ser tomada fue tomada.

Nada fue perdonado.

«Khrrr...»

De pie detrás del ejército, observando a los orcos desde la distancia, había una figura imponente y enorme cuya envergadura era mucho mayor que la de los orcos en la distancia.