La clara y fría luz de la luna se derramó lentamente desde el cielo, envolviendo todo el bosque en una red tenue y misteriosa de plata.
«Huuu».
Con sus pies plantados sobre una rama gruesa, un joven se aferraba fuertemente al colmillo del árbol. Sus fríos ojos azul profundo vigilaban los alrededores mientras un pequeño moño aparecía en la parte posterior de su cabeza, atando su cabello que le llegaba hasta los hombros.
Un silencio inusual prevalecía en el bosque.
«¡Rooooooar!»
El silencio no duró mucho tiempo cuando pronto fue roto por un feroz rugido. Entonces, apareciendo detrás de un par de árboles, se mostró un enorme oso negro con afiladas garras que se extendían al menos hasta el tamaño de un bolígrafo.
«¡Huuuup!»
De pie, al lado opuesto del oso, había un joven de ojos avellana y cabello rizado marrón.