Un último partido [3]

—¡Comiencen!

La voz atronadora del árbitro resonó en toda la arena. Siguiendo sus palabras, Kevin hizo florecer su espada ancha. La espada ancha tenía unas tres pies de longitud, y su filo afilado reflejaba directamente la cegadora luz que bajaba del sol.

Cuando la espada ancha apareció en la mano de Kevin, observé cómo sus músculos se abultaban y su mano bajaba ligeramente. Una clara indicación de lo pesada que era el arma.

SHIIIIING!

Con un sonido ligero, la espada de Kevin se envolvió en un tono rojo visible a simple vista. Lentamente, capas sobre capas de aire carmesí emanaron de la espada de Kevin.

En ese momento, a pesar de las palabras del árbitro, ninguno de nosotros se movió. Una pesada tensión envolvía toda la arena.