—¡Su Yu! ¡Te he echado tanto de menos! —una dama pequeña corrió desde el patio con una expresión de alegría y sorpresa en sus ojos, luego saltó directamente a los brazos de Su Yu.
Para Su Yu, todo en ella se sentía tan familiar. Su aroma, su aura, su cuerpo y su temperatura eran como volver a casa. Su Yu sonrió suavemente mientras colocaba sus brazos alrededor de sus hombros y bajaba la cabeza para mirarla más de cerca.
Se habían conocido cuando tenían catorce años. Ahora, ambos tenían dieciocho. Parecía que el tiempo no había dejado su marca en las apariencias físicas de esta pequeña dama en absoluto.
Aparte de verse un poco más madura, no mostraba otros signos de envejecimiento. Todavía lucía exactamente igual que cuando se conocieron por primera vez en las Montañas del Crepúsculo.