—¿Qué le pasa a esta mujer? ¿Por qué está aquí? —preguntó Lin Yi.
No esperaba encontrarse con Xu Yang aquí tampoco.
Parecía que estaba aquí para solicitar un trabajo como mayordomo personal.
—¿Qué tiene que ver contigo dónde estoy? ¿Cómo te atreves a mostrarte aquí? ¿Sabes qué tipo de lugar es este?
Xu Yang cruzó sus brazos frente a su pecho y miró a Lin Yi con arrogancia.
La idea de ser expulsada del coche la hizo furiosa.
—¡Cachetada!
Pei Hao ya no pudo soportarlo y abofeteó a Xu Yang en la cara.
—¿Estás loca? ¿Cómo te atreves a hablarle así al señor Lin? —exclamó.
Xu Yang se quedó atónita. —Tú... ¿Por qué me pegaste...?
—El señor Lin es el dueño del Pabellón Jiuzhou. ¿Por qué crees que te pegué? —replicó Pei Hao.
—¿Él es el dueño del Pabellón Jiuzhou?! —La mandíbula de Xu Yang cayó, y sus ojos casi se salieron de su cabeza.