—Hermana Su, cálmate. Esto podría no tener nada que ver con Lin Yi —dijo Song Jia.
—¿Quién más podría ser? ¡Él es el único que dijo que compraría esto para mí! —El pecho de Sugar subía y bajaba, sintiéndose como si estuviera a punto de explotar.
Song Jia miró a Sugar, sintiendo que incluso si Hermana Su no estuviera pasando por la menopausia, aún estaría tan enojada que afectaría sus hormonas.
En ese momento, una mujer con pantalones cortos y una blusa blanca de media manga se acercó.
Esta persona era Shi Li, quien acababa de llamar a Sugar.
—Directora Su, ni siquiera tienes 30 años. ¿Cómo puedes beber esto? —preguntó Shi Li—. Además, aunque lo bebieras, no puedes hacerlo tan descaradamente.
—¡Llévatelo! ¡Tíralo en la papelera!
Sugar estaba a la vez avergonzada y ansiosa. Le daba vergüenza ser vista con esas cajas por tantas personas.
En ese momento, un Shari se detuvo junto a Sugar, y Lin Yi sacó la cabeza por la ventana.