Justo cuando se sentía complacida consigo misma, escuchó una voz familiar.
Su cuerpo tembló al darse cuenta de que Lin Yi estaba detrás de ella, mirándola con una sonrisa.
—Tú... ¿no estabas en el Pabellón Jiuzhou?
—Tos tos tos...
Lin Yi tosió unas cuantas veces. —Hablemos de ese lápiz labial con sabor a mango.
Era obvio que Ji Qingyan aún estaba aturdida y no se daba cuenta de lo que Lin Yi estaba hablando.
—Tú... tú eres demasiado rápido.
—Eh... Presidente Ji, no digas eso. Da mala suerte.
—¡Lo sé! Estabas tratando de engañarme otra vez —dijo Ji Qingyan con enojo—. No estabas en casa, estabas en el hotel todo el tiempo.
—No estaba tratando de engañarte —sonrió Lin Yi—. Tú fuiste la que dijo que estaba en el Pabellón Jiuzhou, no yo.
—Hmph, todo lo que sabes hacer es intimidar a la gente.
Lin Yi dejó de hablar y miró alrededor. —¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?