—Bajo las miradas asombradas de los clientes del restaurante, Dyon y Madeleine alcanzaron el último peldaño hacia el nivel 40. Solo quedaban ante ellos unas masivas puertas de roble.
—Dyon miró hacia atrás en dirección a Iacchus, sin decir nada—. Lidiar con personajes como este no significaba nada para él. Pisotear a los débiles no era algo que le importara mucho, pero no iba a permitir que lo faltaran al respeto.
—Dyon comenzaba a pensar poco en este llamado mundo marcial—. Los únicos rencores que le quedaban eran Rojo y Azul, pero eran memorias pasajeras en su mente. ¿Cómo podrían peleadores del tercer capa de fundación estar en el radar de Dyon?
—Estoy emocionado de ver exactamente cuán poderosos son esos genios sembrados por las Grandes Sectas...—pensó.
—¡SILBIDO!
—Una insignia se lanzó hacia Dyon, provocando que él sonriera de lado—. '¿Todavía intentando ponerme a prueba en este punto?—pensó.