—La llave se hundió en la piel de Dyon, desapareciendo por el momento.
—Dyon se estremeció, sus párpados temblaban mientras comenzaba a sentir algunos de los efectos persistentes de su qi de muerte —murmuró para sí mismo—. Mi propia voluntad no debería dañarme... ¿Debería?
La verdad era que Dyon había sentido como sus propios órganos se erosinaban bajo ese estado especial, aunque a un ritmo mucho más lento que lo que Alidor estaba sintiendo.
Había soplado qi celestial a través de su cuerpo para eliminarlo, pero, todavía sentía algo del daño pasado. Y, el problema era que se estaba curando mucho más lentamente de lo que normalmente lo hacían sus otras heridas.
—Qué irónico... —Dyon suspiró, sentado frente al meditabundo Alidor—. Parecía como si él también estuviera intentando expulsar el último del qi de muerte de Dyon. Estaba claro que la anterior voluntad celestial de Dyon no había sido suficiente.