Silencio

Dyon estaba allí de pie, mirando hacia abajo la frágil figura de Ri. Todo parecía congelado en el tiempo y nadie quería hacer el primer movimiento.

—Devorar —susurró débilmente Dyon.

—¡AAGGGHHH! —Chike se retorcía de agonía.

Su alma estaba siendo desgarrada tan lentamente que parecía que cada parte de su cuerpo estaba siendo descompuesta y molido en las piezas más finas.

—¡AYUDA! ¡AYÚDENME!

Los miembros del Planeta Nix querían avanzar, pero su reina los detuvo con un gesto de su mano. Una pequeña sonrisa jugaba en su rostro, como si esto fuera exactamente lo que había querido que sucediera. Todo no era más que una marioneta en sus hilos y ella era una maestra.

Las venas del rostro de Chike se inflamaron y estallaron, marcando sus rasgos oscuros con una sangre densa y hirviendo.

Sus brazos y piernas se atrofiaron hacia adentro, quebrándose y deformándose bajo la presión de la succión de Dyon.