Los vítores regresaron, y Shang recargó su energía vital con el cadáver del camarón.
Luego, la rueda regresó.
—Espera un segundo —dijo Shang.
La rueda dejó de descender y simplemente se detuvo.
—¿Sí? —preguntó el bufón.
—Si mi armadura se rompe y se vuelve inútil, ¿será reparada? —preguntó Shang.
—Depende de si pierdes o ganas —respondió el bufón—. Si ganas, no, tu armadura es el precio que has pagado para ganar. Si pierdes, será reparada.
Shang asintió. Su armadura era extremadamente importante. Sin ella, habría muerto ante la Serpiente, y estaba seguro de que también lo salvaría en la categoría Mago.
—Entonces, no pelearé —dijo.
—Movimiento inteligente —dijo el bufón.
Había tres posibles maneras en que la siguiente pelea podría haber ido.
Primero, Shang moría, y su armadura se rompía.
Segundo, Shang ganaba, y su armadura se rompía.
Tercero, Shang ganaba, y su armadura sobrevivía.
Si el primer caso ocurría, Shang perdería.