Durante los siguientes días, Berengar hizo preparativos para el viaje de caza mientras también trabajaba en las muchas otras tareas que estaba supervisando minuciosamente. Como de costumbre, todo estaba avanzando sin problemas, pero no podía aumentar la productividad hasta que las tuberías de irrigación estuvieran completamente instaladas y las minas funcionando a plena capacidad.
Así, principalmente eran solo operaciones administrativas básicas que se veía obligado a supervisar todos los días, lo que empezó a pasar factura a Berengar, quien desesperadamente necesitaba una escapada. En realidad, esperaba con ansias el viaje de caza, ya que disfrutaría del aire fresco de las montañas y se encargaría de algunos molestos insectos que conspiraban en su contra.