Han pasado unos días, y el mensaje de Gerhart había llegado a la corte de Berengar mientras él hacía preparativos para su invasión de Innsbruck. Berengar leyó instantáneamente la carta, y una sonrisa arrogante se extendió por su rostro. Cuando Linde vio la expresión en su cara, supo que nada bueno podía surgir de ello. Sin embargo, no estaría cumpliendo con su deber como su maestra de espías si no indagara sobre los detalles; por lo tanto, rápidamente preguntó qué había hecho que Berengar expresara tal desprecio.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Linde.
Berengar acarició la cabeza de Linde mientras caminaba hacia donde había dejado su cáliz y tomaba un gran sorbo de la cerveza contenida en él.
—Nada importante, ese idiota obsesionado con sus hermanas, Gerhart, acaba de proclamar que, como regente, está anulando el acuerdo en el que nuestros padres habían prometido en matrimonio a Adela conmigo.